¡Ya soy R1!
Eso para lo que tanto tiempo he estado preparándome ahora es una realidad. Los pacientes ya no van a ser una pregunta con cuatro posibles respuestas sino de carne y hueso.
Tenía curiosidad por todo: cómo sería mi tutor, cómo sería mi lugar de trabajo, cómo serían los pacientes… y llegó el día en el que estas dudas se disiparon: mi primer día como residente.
Al llegar al consultorio todos me recibieron con los brazos abiertos (médicos, enfermeros y administrativa), en especial mi tutor, con el que tuve muy buena conexión desde el primer momento. Fue presentándome a los pacientes que llegaban a la consulta los cuales también me recibieron de buen grado. Fue pasando el día y cuando llegó el final pensé que lo había superado y no solo eso sino que todo había ido mucho mejor de lo que imaginaba.
En el consultorio había ido todo muy bien pero luego llegó el día más temido de todos: la primera guardia de hospital. Todos los miedos e inseguridades que supone enfrentarte por primera vez a un paciente sola y además en el contexto de una urgencia se disiparon en el momento en el que entró el primero a la consulta.
A medida que iban pasando las horas, los pacientes y las adversidades me iba dando cuenta de que estaba pudiendo con ello, que iba aprendiendo a pasos agigantados y que me estaba desenvolviendo mejor de lo que esperaba. La guardia llegó a su final y la prueba de fuego a la que tanto respeto le tenía había sido superada.
Fueron pasando los días e incluso los meses y ya tenía una rutina adquirida: consulta, guardias, cursos… y todo ha superado mis expectativas. En consulta los pacientes ya me conocen y la relación médico paciente se va estableciendo poco a poco. En cuanto a las guardias algunas son buenas y otras no tanto pero siempre hay alguien para apoyarte, ayudarte y de la que puedes aprender. Y los cursos además de ser útiles para tu ejercicio profesional también son una buena excusa para pasar tiempo con los compañeros fuera del hospital.
Por todo ello intento disfrutar en todos los ámbitos, sacar el lado positivo de lo que aparentemente no lo es tanto, tener inquietud constante, capacidad de aprendizaje y mejora y así afrontar todo lo que la residencia me depare.